lata de galletas

La chispa aguardaba temerosa dentro de la caja de galletas, esperando a que el quiampero llegara a liberarla. Ese día hubo una orden: ¡despierta!

Salí y vi a través de los ojos de una ardilla con cola pelona y crispada que el camino de madera se tornaba cóncavo, invitando a un generoso abrazo con rechinidos en los piés.

Corrí y corrí tratando de robar ese pequeño planeta; estiré un pié, el otro, el cuello, la mano y con a penas el roce de mi dedo saqué de su órbita a la codiciada burbuja y caí triunfante, derrotada, con satisfacción, miedo y mucho dolor.

Dos días regresé a casa donde las pesadas cortinas tapan con azul los rayos amarillos y mi felino favorito me miraba pidiendo mimos, reclamando todas esas noches de ausencia. De nuevo sopa caliente, leche, pan, caricias, empero, un profundo dolor frío que decidió acompañarme como mi necedad.

"No tuve lo que quería, pero sí lo que necesitaba".

Y luego de un par de semanas tercamente pisé, corrí, salté, sentí, me cansé; disfruté del olvido, abandonándome a la respiración agitada, latidos presurosos y esa chispa que había logrado escapar de su prisión de lata de galletas.

No se cuando me cure del esguince, pero bien valió la pena.

Comentarios

Entradas populares