Un viaje sin importancia

Cinco horas en el limbo esperando llegar a la fuente donde habría de refrescar los cansados pensamientos. La llegada fue salida y al salir sentía que entraba, tal vez el aire caliente o los constantes delirios de encontrar en cada uno de los desconocidos rostros, el antifaz del anonimato, que hacían del camino una pasarela en donde era preciso poner la cabeza muy en alto y el dinero bien guardado. Por segunda vez el control del mundo propio.
Nada ni nadie a quien perder, nada que fingir y nada que esperar. Tal vez buscaba en la sal el sabor que había perdido en todo un año de recuerdos, ambiciones, sospechas y nueces. O tal vez no, tal vez no buscaba nada, tal vez no buscaba porque ahora quería ser yo la buscada, así obtuve el firme propósito de ya no huir de los buscadores. Sólo una última vez: "No, gracias, no fumo y quiero estar sola."
No, en realidad no quería estarlo, pero en cada una de las batallas a muerte donde la resquebrajada ánima se golpeaba a sí misma, salía triunfante el súper yo diciendo "perdón, no es que no me interese, pero no estoy buscando a nadie."
Y nadie llegó.

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