Por morder la cazuela
Cuánta sabiduría encerrada en las palabras de un taxista "23 años son suficientes para alejarse de la dulzura." No es sólo por mi asco natural a las cosas extremadamente dulces que no están extremadamente heladas, ni por las cuantiosas decepciones que se lleva un carácter terso, ni por la preocupación de las enemigas calorías, ni por el fingido profesionalismo mientras que en realidad imagino a un borrego saltarín; no es el tiempo perdido chocando con las paredes. No. Y citando la canción que flota en shuffle por aquí "No soy dulce" y mucho menos me asemejo a una hormiga que anda por la vida saboreando terrones sin pensar en sus muelitas, y luego de que el dolor llegó a consumir el 97% de mi ram: MENOS.
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