No te creo

Alguna vez las palabras bastaron para dar crédito a las aseveraciones de la humanidad, mismas que con el tiempo llegaron a deber más que el gobierno gringo. Entonces necesitaron avales: lágrimas, risas desenfrenadas, brincos, aplausos, gemidos y otros tantos apoyos visuales más eficaces que un power point. Por eso ahora nadie me cree ante la ausencia de la dramatización cuando digo que entiendo a la perfección, que me emociono hasta el tuétano o que invade a mi ser un inmenso dolor. No me interesa la credibilidad de otros deudores, por eso sólo tengo tarjeta de débito, por eso me fastidia tanto ver el estado de cuenta.
-No te creo.
-Pues no me creas.
-
-.

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